Pocos aromas son tan reconocibles en las calles del Medio Oriente como el del falafel recién frito.
Crujiente por fuera, tierno y fragante por dentro, este pequeño bocado de garbanzos (o habas, según la región) se ha convertido en un símbolo de identidad cultural, en un alimento de unión, y hoy, también, en un fenómeno global que domina redes y menús veganos.
Detrás del falafel hay historia, religión, economía y pasión por la comida sencilla.
En este artículo te voy a contar cómo hacen el falafel tradicional en su forma auténtica, cómo se prepara en cada país, sus secretos para lograr la textura perfecta y por qué se ha vuelto uno de los platos más queridos del planeta, tanto en los puestos callejeros de El Cairo como en los cafés de Nueva York.
Un poco de historia: el origen del falafel
Aunque el falafel se asocia con la cocina árabe en general, su origen más aceptado se encuentra en Egipto, donde se hacía con habas molidas (no garbanzos) y se llamaba ta’amia.
Los cristianos coptos lo preparaban durante la Cuaresma como sustituto de la carne.
Desde allí, el plato se expandió hacia el norte, por Palestina, Líbano, Siria e Israel, donde los garbanzos reemplazaron a las habas por disponibilidad local.
Hoy cada país lo considera propio, y en cada uno tiene una personalidad distinta.
En Egipto se fríe con habas y mucho perejil, en Líbano se usa garbanzo, ajo y cilantro, en Israel es un clásico de la comida callejera y se sirve en pan pita con ensaladas y salsa de tahini.
Lo que nunca cambia es su esencia: una croqueta vegetal, aromática, ligera y muy nutritiva.
Los ingredientes fundamentales
El falafel auténtico se prepara con ingredientes simples, pero hay dos secretos que lo hacen diferente del resto del mundo:
1. Los garbanzos crudos remojados (no cocidos).
Se dejan en agua durante toda la noche. Esto conserva la textura granulada y evita que la mezcla se vuelva una pasta blanda.
2. El uso abundante de hierbas frescas y especias.
El verde intenso del falafel proviene del perejil, el cilantro y la cebolla.
Los ingredientes básicos son:
Garbanzos remojados (o habas peladas, según la región).
Cebolla o cebolleta.
Ajo.
Perejil y cilantro fresco.
Comino, coriandro, sal y un toque de bicarbonato de sodio.
Harina (a veces) para ajustar la textura.
Todo se mezcla hasta lograr una masa uniforme que se pueda moldear con la mano o una cuchara especial llamada falafel maker.
Cómo hacen el falafel paso a paso
En los puestos callejeros del Medio Oriente, el proceso es casi un ritual:
1. Remojo de los garbanzos.
Se dejan en agua fría durante 12 a 24 horas. Nunca se hierven.
2. Preparación de la mezcla.
Se escurren y se procesan con cebolla, ajo, perejil, cilantro, comino, coriandro, sal y una pizca de bicarbonato.
El resultado no es una pasta líquida, sino una mezcla gruesa, aireada.
3. Reposo.
La mezcla se deja descansar para que las hierbas suelten su aroma y el bicarbonato haga efecto.
4. Moldeado.
Con una cuchara o molde redondo, se forman pequeñas bolitas o discos.
5. Fritura.
Se fríen en aceite vegetal bien caliente (alrededor de 180 °C) hasta que quedan dorados y crujientes.
El sonido del falafel friéndose es música para el mediodía de cualquier mercado de Jerusalén o El Cairo.
Textura y sabor perfectos
El falafel perfecto tiene una cáscara dorada y crocante y un interior verde, húmedo y fragante.
Si la mezcla tiene demasiada agua, se desarma; si tiene demasiado aire, queda seco.
Por eso, los cocineros de Medio Oriente ajustan todo con el tacto.
Nada se mide con precisión, pero todo se siente con la experiencia.
El equilibrio entre ajo, comino y cilantro define su carácter.
Un toque extra de pimienta negra o chile seco puede darle ese picor sutil que muchos aman.
Cómo se sirve
El falafel se puede comer solo, pero su forma más popular es dentro de un pan pita caliente, acompañado de ensalada israelí (pepino, tomate y cebolla), tahini (pasta de sésamo con limón) y a veces hummus.
En Líbano se agrega encurtido de nabo rosado, en Egipto se acompaña con berenjenas fritas, y en Siria, con salsa de yogur.
El resultado es un bocado completo: crujiente, cremoso, fresco y picante al mismo tiempo.
Falafel moderno y su auge en redes
En los últimos años, el falafel se transformó en una estrella de Instagram y TikTok.
Su color verde intenso y su textura lo hacen fotogénico, y además es naturalmente vegano y sin gluten, lo que lo volvió tendencia en la cocina saludable.
Los videos más virales muestran el momento de la fritura, donde las bolitas burbujean en aceite hasta dorarse.
También abundan las versiones al horno o en air fryer, y reinterpretaciones “gourmet” con remolacha, zanahoria o lentejas.
En el mundo del food content, el hashtag #Falafel supera los 2 millones de publicaciones y los creadores suelen competir por quién logra el interior más verde y el crujido más limpio al romperlo frente al micrófono ASMR.
Secretos de los cocineros del Medio Oriente
Nunca uses garbanzos cocidos. Los cocidos liberan demasiada humedad.
Agregá bicarbonato justo antes de freír. Le da aire y ligereza.
No mezcles demasiado. La masa debe quedar con textura.
Usá aceite limpio y profundo. La fritura superficial lo endurece.
Servilo caliente. El falafel pierde magia cuando se enfría.
Curiosidades
En algunos pueblos de Israel se considera el falafel comida nacional.
En Egipto, los vendedores de falafel abren desde las 5 de la mañana: es un desayuno popular.
Se dice que el falafel fue uno de los primeros alimentos “de delivery” en la historia moderna del Medio Oriente.
Versión casera
Si querés hacerlo en casa:
Remojá 500 g de garbanzos por 24 h.
Procesalos con una cebolla, tres dientes de ajo, un manojo de perejil, uno de cilantro, una cucharadita de comino, una de coriandro, sal y una pizca de bicarbonato.
Formá bolitas y freílas en aceite caliente hasta que estén bien doradas.
Servilas con pan pita, rodajas de tomate, hojas de lechuga y tahini.
El resultado es pura magia del Medio Oriente en tu cocina.
El falafel es el ejemplo perfecto de cómo una receta humilde puede volverse universal.
Su éxito no está solo en el sabor, sino en lo que representa: comunidad, sencillez y respeto por los ingredientes.
Cada bolita de falafel cuenta una historia de siglos, de mercados, de aromas y de manos que mezclan con paciencia.
En un mundo donde la comida tiende a complicarse, el falafel nos recuerda que la grandeza muchas veces está en lo más simple: garbanzos, hierbas, fuego y amor por compartir. 🌿✨